Cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó una orden en procura de reunificar a familias migrantes separadas en la frontera con México, sostuvo que eso para él es un imperativo moral antes que un mero asunto político.
“Vamos a trabajar para deshacer la vergüenza moral y nacional del gobierno anterior que literalmente, no figurativamente, arrancó a los niños de los brazos de sus familias, sus madres y padres, en la frontera”, dijo Biden al crear un grupo gubernamental de trabajo con ese objetivo.
Sin embargo, el mismo día la portavoz presidencial aclaró que el grupo recién emitirá su primer informe en cuatro meses, y luego evaluará su progreso de forma bimensual.
“Esto es muy difícil”, explicó Jen Psaki.
El caso ilustra el contraste cada vez más evidente entre la voluntad expresada por Biden de hacer de EE.UU. un país más acogedor para los inmigrantes, y las dificultades para lograrlo en la práctica.