“No faltan dólares” anuncia un banner en la página de inicio del Banco Central de Bolivia. “Nuestra economía es fuerte, solvente y estable”. La necesidad del anuncio sugiere lo contrario. Desde hace unas semanas, los bolivianos intentan desesperadamente comprar dólares. En febrero, el Banco Central dejó de publicar datos sobre sus reservas de divisas.
En marzo tomó la inusual medida de vender billetes verdes directamente al público después de que las casas de cambio empezaran a quedarse sin ellos. Cuando la cola se hizo demasiado larga, el banco obligó a los bolivianos a reservar cita por Internet. La última disponible fue en julio. Los inversores están asustados.
Los bonos del Estado con vencimiento en 2028 han perdido un tercio de su valor desde enero.
La escasez de dólares se debe en parte al endurecimiento de los mercados financieros mundiales. Cuando la Reserva Federal empezó a subir los tipos de interés el año pasado, se hizo más difícil para Bolivia contraer deuda externa. Luego vino la guerra de Ucrania, y el coste anual de la importación de combustible se duplicó hasta superar los 4.000 millones de dólares (o el 10% del PIB). El Gobierno empezó a recurrir a sus reservas para apuntalar la moneda, que está vinculada a 6,96 bolivianos por dólar estadounidense desde 2011, para subvencionar el combustible. Sin embargo, aunque la escasez de dólares del país se vio exacerbada por problemas a corto plazo, lleva mucho tiempo gestándose. El modelo económico de Bolivia está en quiebra.
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