Ante la presencia de una fuerza masiva de tropas rusas al acecho en las fronteras de Ucrania esta semana, el presidente Volodymyr Zelensky emitió un sombrío discurso a la nación.
“Estamos siendo intimidados por la gran guerra y se está fijando de nuevo la fecha de la invasión militar. No es la primera vez”, dijo, refiriéndose a las afirmaciones de los servicios de inteligencia occidentales sobre una posible invasión rusa inminente.
“Nos dicen que el 16 de febrero será el día del ataque. Lo convertiremos en el Día de la Unidad”, continuó. “Ya se ha firmado el decreto correspondiente. Ese día izaremos las banderas nacionales, nos pondremos lazos azules y amarillos y mostraremos al mundo nuestra unidad”.
El discurso fue típico de la estrategia del Sr. Zelensky para Rusia, que ha tratado de lograr un cuidadoso equilibrio entre mantener la calma de la nación y prepararla para los tiempos extremadamente difíciles que se avecinan.
Pero su referencia a una fecha concreta de invasión causó confusión entre los medios de comunicación extranjeros, que dedujeron que el presidente estaba confirmando que era inminente. Sus colaboradores insistieron después en que se trataba de un guiño “irónico” a anteriores predicciones occidentales que no se habían cumplido.
Los comentaristas ucranianos dijeron que la culpa era de los periodistas occidentales que no hablaban en ucraniano y que habían sacado conclusiones precipitadas. “Significa: como todo el mundo está histérico, que la invasión será el día 16, entonces haremos un día de unidad”, dijo Kristina Berdynskykh, una periodista ucraniana, en un post en Twitter.
Cualesquiera que sean sus intenciones, el incidente puso de manifiesto cómo los antecedentes de Zelensky como famoso comediante han hecho que en ocasiones se le malinterprete.
El que fuera un personaje jocoso que fingía tocar un piano con cierta parte de su anatomía en la televisión en directo, tiene ahora la responsabilidad de defender a Ucrania contra 100.000 soldados rusos reunidos en sus fronteras.
Nacido de padres judíos en la ciudad de Kryvyi Rih, en la Ucrania soviética, su padre era profesor de economía y su madre, ingeniera. Después de embarcarse en una carrera de comedia, interpretó el papel del presidente de Ucrania en una serie de televisión satírica, Servant of the People, de 2015 a 2019.
También fue muy conocido en Rusia, apareciendo en películas y programas de televisión rusos, incluyendo KVN – un programa de juegos visto por millones en toda la antigua Unión Soviética.
Ahora manda de verdad, habiendo adoptado el título de esa serie de televisión como nombre de su propio partido centrista, que arrasó en 2019.
Durante la campaña electoral de 2019, se le percibió como una figura unificadora que podría alejar a Ucrania del camino de la guerra. “Puedo asegurar que estoy dispuesto a pagar cualquier precio para detener las muertes de nuestros héroes”, dijo en un discurso. También se le criticó por poseer negocios en Rusia.
Pero a los pocos días de asumir el cargo, tras una aplastante victoria sobre Petro Poroshenko, se enfrentó a su primera gran crisis de política exterior que exigía un enfoque más duro con Rusia.
Moscú había ofrecido pasaportes rusos a los ciudadanos ucranianos de las zonas del este de Ucrania controladas por los separatistas, en un intento de consolidar su poder sobre el territorio.
En respuesta, Zelensky anunció su propia propuesta de conceder la ciudadanía ucraniana a los rusos, y tachó a Putin de jefe de un régimen “autoritario” y “corrupto”. Fue la primera señal clara de que Zelensky no tenía intención de apaciguar a Putin ni de hacer la vista gorda ante la actividad desestabilizadora en el este de Ucrania.
Sin embargo, en diciembre se produjo un ligero deshielo en las relaciones, cuando un acuerdo de intercambio de prisioneros con Rusia canjeó 76 cautivos ucranianos por 176 separatistas prorrusos. Entre ellos se encontraba, por parte de los prorrusos, un testigo clave de la catástrofe aérea del MH-17, en la que un avión civil fue derribado mientras sobrevolaba una zona controlada por los separatistas.
Aunque han hablado por teléfono, Putin y Zelensky solo se han reunido en persona una vez, en 2019. Pero han intercambiado púas a través de conferencias de prensa que dejan clara su enemistad mutua.
En una de las recientes pullas a su homólogo ucraniano, refiriéndose a los acuerdos de Minsk II, Putin dijo: “Te guste o no te guste, aguántate, guapa”.
Zelensky replicó en su propio discurso en Kiev que Ucrania puede ser “hermosa”, pero no pertenece a Rusia.
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