En un reportaje de Emiliano Condò para la televisión italiana (TG1), se ve a Bogdan, barítono del teatro de Odessa, cantando “O sole mio” en la ciudad, preparándose para el asedio del ejercito ruso, donde la arena de las playas no sirve más a turistas y bañistas sino para construir barricadas. Canta una canción conocida en todo el mundo, quizás la más famosa de la historia. Una forma de dar un momento de serenidad a la población que le rodea y casi para burlarse de los invasores. Sin dar importancia que el sol no sea el del golfo de Nápoles y la nieve caiga del cielo.

La canción nació en Odessa, historia y mito. El compositor Di Capua viajaba con su padre violinista, en el bolsillo tenia un texto escrito por el poeta y amigo Giovanni Capurro. Uno de ellos observaba en éxtasis la salida del sol sobre el Mar Negro, el otro soňaba con una noble oleggesa (Oleggio, provincia de Novara, Piemonte) Anna Maria Vignati-Mazza llamada “Nina”, esposa del senador Giorgio Arcoleo y ganadora en Nápoles del primer concurso de belleza de la ciudad napolitana.
El resultado fue una obra maestra, burlona porque no dará dinero ni gloria a sus autores, pero con el paso de los años se convertirá en un canto inmortal cantado por todos, absolutamente todos. Y hoy es un Himno de Esperanza, también para poner fin a la guerra, no solo en Ucrania.

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